Observación
no intencionada: Metro cable línea J (San Javier), viernes 4 de septiembre,
12:00 p.m.
Al llegar a la estación San
Javier se sentía mucho el calor, había pocas personas. Cuando subí las escalas
hacia el metro cable me encontré con una fila de 5 personas, entre ellas una
señora de edad, entre los 60 y 70 años, tenía un bolso grande y de color rojo,
una falda negra, larga hasta sus tobillos y un saco tejido de color beige, su
cabello era tan blanco como la nieve y en su rostro se podía ver el reflejo de
los años.
Al entrar al vagón comencé a
observar detalladamente, había dos jóvenes muy maquilladas, con sombras de
color en los ojos y los labios de un rojo muy fuerte, hablaban de una salida y
recordaban anécdotas, se reían sin importar que las demás personas las
escuchábamos.
Dos estaciones más arriba se
subió un afro descendiente con una diadema de audífonos grandes, se podía
escuchar la electrónica que oía, su cabello muy crespo y abundante; y unos
ojos de color café grandes que se perdían por culpa de sus oscuras ojeras,
recostó su cabeza en uno de los vidrios del vagón y pareciera que estaba muy
agotado, lo suficiente como para quedarse dormido.
Más adelante me quede sola
en ese cagón volador que se movía muy fuerte al pasar por las columnas, intente
mirar hacia abajo, pero estaba tan alto que sentí un vacío en mi estómago,
alrededor se lograban ver casas muy humildes, de madera, pintadas de colores
vivos y construidas en unos terrenos que a simple vista parecían no ser muy
estables.
Al finalizar el recorrido
decidí devolverme por este mismo medio y me di cuenta que había subido mucho,
tanto que, al descender, el vagón parecía ladearse, pero esta vez no iba sola
llevaba a mi lado una mujer joven con una bebé en sus brazos, al mirarla logré
ver en sus ojos cosas que ni las palabras habrían podido decir, parecía estar
triste y pensativa, sus ojos se aguaban con deseos de llorar, le sonó su
celular y por razones que solo ella sabe, prefirió no contestar.
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